Uno de ellos es Yeferson Cala, quien se levanta
todos los días a las 5 de la mañana, cuando el
sol empieza a dar una tenue luz y a entrar por
la ventana sin celosías, de su vieja casa
prefabricada de 20 metros cuadrados.
En su cama que ocupa casi toda la pieza donde
duermen, su compañera Angie Toro y su hija
Julieta de un año. En la otra pieza duerme su
suegra, Claudia Janeth García, la mujer que le ha
dado además de hospitalidad ánimo para crear su
propio trabajo.
El joven de 22 años apaga la alarma y se da la vuelta
para abrazar a Angie de 21. Él quiere dormir un poco
más, es un lujo que ahora se puede dar ya que trabaja
por su propia cuenta y riesgo. Antes no podía darse
esos gusto, ni si quiera en su casa materna en Sabana
de Torres, Santander.
30 minutos más tarde se ha levantado, se ducha y sale sin desayunar, ni despertar a los que quedan en la casa. Podría haberse quedado más tiempo, pero si quiere aguacates buenos debe madrugar, sino le toca saldos, o lotes y esos no son buenos para vender en el Poblado.
Yeferson aprendió sobre los aguacates desde pequeño porque en su casa había árboles y su mamá cogía para vender, pero acá se refinó en sus conocimientos que le han permitido mantener a su familia desde hace 4 meses.
Desde los 14 años trabaja la construcción con su papá, mientras estudiaba y desde esa edad a probado suerte en diversos empleos, en su tierra trabajó en los campos de palma de aceite y construcción; cuando vino a Medellín se desempeñó en oficios varios y jardinero en Hogares Claret; en su mismo barrio de residencia y después regresó a la construcción como ayudante. Al terminar la obra fue empacador en el Supermercado La Vaquita, con el propio supermercado estuvo vinculado por 6 meses y después trabajó con una temporal en el mismo Supermercado.
Allí se sentía explotado por las jornadas diarias de trabajo que superaban las 12 horas y por las que solo recibía 400 mil pesos cada mes, más las prestaciones sociales y se gastaba 200 mil pesos de transporte. Lo único que lo salvaba era las propinas que en promedio podían ser hasta 70 mil al día, pero eso no compensaba el cansancio de las jornadas y el poco tiempo para su familia.
También fue empacador en Justo Y Bueno, empresa que él define como buena pero le tocó renunciar porque cuando su hija estaba hospitalizada no tenía con que pagar el hospital y entonces se salió para que lo liquidaran y poder pagar la deuda.
Ante la situación de desempleo optó por ponerse a vender aguacates, justo afuera de su último lugar de trabajo: Justo y Bueno.
Mientras desciende más de 120 escalas de cemento para tomar el bus, en una de las comunas con mayor taza de informalidad: Villa Hermosa con el 47,16% entre el 2016 y el 2017, según el Informe de calidad de vida Medellín como vamos, en su camino se encuentra varios grupos de jóvenes de su edad que están terminando la pernota. Ellos hacen parte de un sector que no es informal sino ilegal. Diferencia que pocos ven realmente y que casi nadie nota. Pues meten a todos en el mismo costal: informal es ilegal.
Varias personas detienen el bus y algunos de ellos piden el favor al conductor de que lo lleve por un ladito, costumbre que han combatido los dueños de las cooperativas de transporte porque por esa parte se les va mucha plata a los propietarios y se lo quedan los conductores. Una de las pocas razones por las que estas personas aceptan este trabajo.
Después de 40 minutos de viaje, al llegar a la plaza Minorista de Medellín, Yeferson camina hasta la zona donde venden los aguacates. Los mira y pregunta por los precios.
Aunque no están en cosecha no le parece que estén caros, pero sigue preguntando. Pide rebaja y donde le dan mejor precio y calidad compra, compra sin facturas, impuestos ni IVA. No queda rastro de su transacción, lo que no permite su registro y para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y esto señal de un tipo de economía con actividades al margen del control estadístico y no cumplen la legislación fiscal, ni la laboral o que muchas son ilegales o prohibidas por la norma del país, lo que la hace informal.
Pero el joven no sabe, ni le importa eso y si lo supiera tampoco cambiaría en nada ya que en el mundo en el que se mueve es normal comprar y vender si marcar ningún papel. Esta es una de las ventajas de la informalidad, ser prácticos, ágiles y ligeros, atributos que busca el Estado y la banca para captar toda esa plata e información que se fuga sin dejar rastro.
Yeferson toma su caja de cartón con aguacates y sale de la plaza, hoy tomará un bus por la mitad del pasaje. Maña que aprendió acá en Medellín y que adoptó para ahorrarse algunos pesos.
—Mientras más se ahorre, más se gana, por eso les pido el favor, de que me lleven por la de atrás, pero no siempre me llevaban. Dice el joven mientras camina a paso rápido en la calle llena de papeles y comida tirada en el suelo, en las afueras de la Plaza Minorista de Medellín.
Para él, esta ciudad lo recibió bien, le ha dado trabajo constantemente y la oportunidad de empezar a tener sus propias cosas. Siente que la empleabilidad en la ciudad no es buena, y no se equivoca púes según un informe de Medellín como vamos del 2018 y dice que el desempleo juvenil está en el 18,4%, equivalente a 106.445 jóvenes desempleados. Por esa misma razón decidió tener su propio empleo y siente que no comete ningún delito, ni mal.
Esta es la primera vez que trabaja por su cuenta y la experiencia le parece buena y señala algunas ventajas:
—Uno recibe la plata a diario, no le rinde cuentas a nadie, entra y sale cuando quiera o si quiere no va a trabajar. Lo malo es que no tengo prestaciones sociales, ni pensión.
Yeferson piensa seguir trabajando informalmente porque son pocos los empleos donde gane bien y pueda estudiar.
No pone su plata en un banco porque no le gustan esos procedimientos, le parecen largos, engorrosos e innecesarios, a él le ha interesado tener educación financiera pero no ha encontrado donde estudiarlo, de forma breve y aplicable a la vida cotidiana.
De finanzas sabe poco, realmente lo que hace es por intuición o porque lo ha visto hacer de otros, entonces anota en una libreta los costos de compras del aguacate, las bolsas y los otros gastos que incluye alimentación.
En un día malo puede ganar por lo menos 40 mil pesos, en el transporte se gasta en promedio 8.600 pesos y con la alimentación puede llegar a los 16 mil pesos que tiene que repartir en mercar, transporte y útiles y materiales para el estudio de su pareja, pago para el cuidado de su hija.